Cuando tenía cinco años mis padres me llevaron al centro comercial. No recuerdo si alguna vez había estado en el centro comercial, pero en esos días un viaje al centro comercial era un gran problema. De hecho, fuimos al Columbia Mall, que estaba bastante lejos de nuestra casa en el oeste de Baltimore. Mi hermana habría tenido 3 o 4 años y mi hermano habría sido un bebé. Probablemente fue una producción para simplemente vestirnos y meternos en el auto. Recuerdo la emoción de hacer este viaje especial.
Cuando llegamos (después de un eterno viaje, me pareció), entramos en Hutzler's, y en mi emoción, "me apresuré"; Corrí a la tienda.
Directamente en un perchero de ropa` y luego en el suelo.
Mamá y papá tuvieron que revivirme mientras lloraba, y todos nos dimos la vuelta y volvimos al auto para ir a casa. Ese es el primer viaje al centro comercial que recuerdo y no es una historia halagadora.
¿Cuándo fue la última vez que "se apresuró"? ¿Se esperaba? ¿Fue accidental? Tenemos muchos consejos sobre la prisa en nuestra cultura: “La prisa genera desperdicio”, podríamos decir; o "No te apresures"; o incluso, "La prisa es del diablo", como dijo una vez San Jerónimo.
Pero hoy encontramos a María viajando apresuradamente a la región montañosa para ver a su pariente Isabel. ¿Y esa prisa? María no tropieza ni choca con ningún perchero de ropa. Más bien, llega a su destino y comparte una maravillosa noticia. Su prisa se ve recompensada. ¿Por qué?
María tiene un propósito, a diferencia del pequeño Austin de cinco años en los grandes almacenes. Ella sabe cuál es el plan de Dios para ella y para el mundo y, por lo tanto, tiene dirección. No hay necesidad de que se entretenga o espere para hacer nada. Sabiendo quién es y lo que Dios le ha pedido, y sabiendo que lo hará, María puede viajar rápidamente para compartir su alegría con alguien más que también conozca su propósito y el plan de Dios. Cuando dos mujeres se encuentran, la gracia es tangible. El bebé en el vientre de Isabel salta de alegria en la presencia del Señor, y las dos mujeres se regocijan en la obra asombrosa de Dios.
Es esta determinación la que le da a María dirección, enfoque y sí, prisa. Puede ir rápido porque ha encontrado el proposito de su vida; y lo ha encontrado en el plan amoroso de Dios para ella y el mundo. Eso es lo que significa seguir una vocación. El viaje de María no es un accidente; no es fortuito ni imprevisto. Ella sabe exactamente lo que está haciendo porque Dios la está guiando.
En nuestro mundo, a menudo pasamos por la vida sin rumbo. A veces nos sentimos perdidos; otras veces simplemente somos perezosos y simplemente "vamos con la corriente". Ninguna de estas actitudes nos ayudará a descubrir el sentido de la vida o la verdadera felicidad. Necesitamos aprender una lección de María e Isabel hoy. Escucharon lo que Dios estableció en su plan para ellos, y con fe y confianza siguieron su llamado.
Las historias de María e Isabel, sus vocaciones, están conectadas. Pero aquí está lo hermoso: ¡también lo son las nuestras! Estamos conectados con sus historias, entre nosotros y con Dios; porque este es todo el plan de Dios. Si queremos encontrar la verdadera felicidad y el significado de nuestras vidas, debemos levantarnos y buscarlo. Dios nos está buscando.
No podemos pasar por nuestras vidas con pereza, permitiendo que las corrientes del mundo y nuestra cultura nos empujen aquí y allá y luego, finalmente, nos acomodemos en lo que sea que estemos haciendo. En cambio, como discípulos bautizados, debemos estar sintonizados con la voluntad de Dios para nosotros, siempre buscando saber lo que Él ha planeado para nosotros y orando por el valor y la sabiduría para hacer esa voluntad. A los jóvenes siempre les animo a rezar para saber cuál es su vocación y a pedirle a Dios el valor para poder seguirla. Tomando a María como ejemplo, cuando dedicamos tiempo a escuchar en oración la voz de Dios, aprendemos qué es lo que Él quiere. Él revela su maravilloso y amoroso plan, y esto nos llena de gozo. Nuestras vidas tienen sentido, ¡no son meros accidentes!
Cuando partimos apresuradamente sin un plan, terminamos chocando con un perchero. Cuando no hacemos nada y simplemente permitimos que la corriente del mundo y el tiempo nos lleven, terminamos sintiéndonos desesperanzados. Sin embargo, cuando nos abrimos al plan que Dios ha preparado, encontramos verdadero significado y gozo. Imitemos a María. Conozcamos el amor perfecto de Dios y síguelo con determinación y alegría.
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